F1: La película que confirma que una fórmula exitosa se puede repetir

Con F1: La película, el director Joseph Kosinski (Top Gun: Maverick) vuelve a hacer rugir los motores del espectáculo hollywoodense con la misma receta que lo consagró recientemente: una estrella veterana, un deporte icónico y una historia de redención con ritmo de videoclip. Si antes fueron los aviones, ahora son los autos de Fórmula 1 los que dan cuerpo a una narración predecible pero vertiginosa, sostenida por una puesta en escena impecable y por la presencia magnética de Brad Pitt, quien también produce la cinta.

Ambientada en el campeonato mundial de Fórmula 1, la película gira en torno a Sonny Hayes (Pitt), un veterano piloto que retorna a las pistas tras décadas de ausencia para unirse a APX GP, el equipo más débil de la parrilla, liderado por su viejo compañero Rubén Cervantes (Javier Bardem). Aquí chocará con las dudas de todos por su inclusión al equipo, sobre todo con la resistencia hostil de Joshua Pearce (Damson Idris), un joven talento británico con tanto ego como aceleración.  

Ya desde su sinopsis que se pueden empezar a establecer comparaciones con el trabajo anterior de su director. Mientras Top Gun: Maverick juega con los arquetipos que el género delimitó en los 80s, acá se toman esos mismos estereotipos y se trabajan en un nuevo ambiente. Es mucho de reciclar ideas, algo que a la industria no le suele quedar bien, pero Kosinski parece entender a la perfección cómo usar una receta conocida y darle otro sabor. El realizador y su equipo de producción, afinan algunos detalles y nos entregan un producto que se siente fresco, puede que sea una ilusión pero es una muy bien lograda.

Si bien Brad Pitt logra sostener el relato con su mezcla de carisma y melancolía, el desarrollo de su personaje se queda corto. Hayes es más un ícono que un ser humano: un cowboy moderno en un rodeo de concreto. Damson Idris, por su parte, cumple como el novato arrogante que debe aprender humildad, aunque su arco dramático es previsible y se queda en lo superficial. Kerry Condon y Javier Bardem aportan con sus respectivos talentos, pero sus roles están al servicio del protagonista y de la maquinaria narrativa más que de algún conflicto real.

La verdad es que la película en su núcleo carece de profundidad narrativa, en su lugar prefiere confiar en los ingredientes con los que cuenta, dejando en segundo plano cualquier tipo de profundización en los dilemas humanos o en los aspectos más complejos del deporte. El largometraje coquetea con temas interesantes (la edad, la presión del rendimiento, la corrupción corporativa) pero nunca los explora a fondo, y todo se resuelve con una línea, un gesto o una carrera. Tampoco sorprende que, con la FIA como colaboradora oficial y Lewis Hamilton como productor, el guion no cuestione el deporte ni su industria. 

Pero lo que suena a problema se transforma en virtud cuando la ejecución es precisa y el objetivo está claro. De hecho, su fortaleza radica a nivel técnico, donde F1 brilla. El filme destaca con un impresionante trabajo del chileno-estadounidense Claudio Miranda en la fotografía, quien captura con rigor cada detalle de las carreras. Las tomas desde dentro y fuera de los coches, los ángulos dinámicos y la integración de cámaras en las cabinas de los automóviles monoplaza sumergen al espectador en una experiencia casi visceral, elevando la cinta a un nivel artístico que complementa su carácter de blockbuster deportivo. La edición rápida y dinámica, a cargo de Stephen Mirrione y Patrick J. Smith, logra transmitir la velocidad y la tensión de las competencias. Además, la banda sonora de Hans Zimmer envuelve perfectamente la experiencia, aportando la guinda de la torta en cuanto a ritmo y emoción en cada secuencia. No queda duda que los interesados en que se realice esta producción, han encontrado justamente al equipo perfecto para ejecutarla tal como la pensaban y mejor.

El resultado es una coreografía visual que deja sin aliento, una sinfonía de velocidad que, aunque un poco repetitiva hacia el final, mantiene al espectador enganchado. Es una propuesta que se inscribe en la tradición del cine de deportes, pero ofreciendo una experiencia visual y sensorial que no se ve seguido, funcionando tanto como homenaje a la celeridad y estética del automovilismo, como también un potente entretenimiento para el público general.

A pesar de que no quiera contarte algo nuevo, la F1 de Kosinski no pretende ser otra cosa que lo que es. No es Rush (2013) ni Ford v Ferrari (2019). Estamos en la presencia de un blockbuster que conoce sus limitaciones y las asume con estilo. No innova, pero ejecuta con una habilidad admirable. No tocará una fibra profunda en tu corazón, pero te divierte sin descanso. Para quienes buscan un drama existencial o una crítica del deporte moderno, esta no es su parada. Pero para quienes quieran sumergirse en la experiencia de las pistas, con autos rugiendo, cámaras girando y Brad Pitt brillando como una estrella clásica, F1 es una vuelta rápida que vale la pena ver.

F1: La Película se encuentra en salas de cine de todo el país gracias a la distribución de Warner Bros. Pictures Chile.