EL TEMA DEL VERANO: Así se ve el cine de zombis hecho por latinos y fanáticos totales del género

El tema del verano de Pablo Stoll emerge como una propuesta audaz y delirante dentro del cine latinoamericano reciente, rompiendo con las convenciones previas del director y apostando por un híbrido impredecible entre comedia, terror y sátira social. 

En esta película, Stoll se adentra en un territorio poco explorado por su filmografía, alejándose de la sobriedad de sus obras anteriores para entregarnos una comedia de zombis que, más que asustar, busca divertir y provocar ciertas reflexiones mediante el caos y el absurdo.

Ambientada en el balneario de José Ignacio, Uruguay, la película sigue a Ana, Malú y Martina, tres femme fatales (en su forma Gen Z) que se dedican a seducir y robar a hombres ricos en un verano postpandemia, que se presentan ahora con un plan maestro para triunfar por última vez, pero que se convierte en una pesadilla. Al matar accidentalmente a sus víctimas, se enfrentan a un fenómeno extraordinario: los muertos no permanecen en ese estado. En este giro, Stoll consigue una mezcla refrescante, donde coexisten zombis que razonan con comentarios mordaces y escenas de alto impacto.    

El guion, escrito en colaboración con Adrián Biniez, incorpora referencias constantes a clásicos del cine de muertos vivientes y el horror, pero con una vuelta de tuerca propia en este collage cinematográfico: aquí, a diferencia de la mayoría, los zombis son conscientes, hablan y tienen empatía, lo que desdibuja las fronteras entre quienes aún viven a su alrededor y ellos. La película también se nutre de elementos del contexto del COVID-19, como el uso de las mascarillas, las múltiples vacunas y el control sanitario de circulación, finalmente sugiriendo una posible relación entre aquella realidad y la resurrección condicional de los muertos en este mundo ficticio, sin siquiera mencionar directamente al virus en la cinta.

Stoll, reconocido por su prudencia y minimalismo en obras como 25 Watts (2001) y Whisky (2004), sorprende con esta incursión en un género que tradicionalmente busca el susto más que la carcajada, pero que incluso cuando prefiere las risas opta por una visión más descuidada. En esta producción se combinan elementos del cine de género con un estilo estético mucho más limpio y estilizado de lo que acostumbran este tipo de historias, recordando a la visual de los videoclips del pop urbano latino, que aportan un carácter vibrante, juvenil y frenético.

Aquí, el horror se diluye en un festín de gore exagerado, diálogos memísticos y situaciones ridículas que, sin embargo, encuentran la manera de incluir una que otra crítica al capitalismo, la opresión sanitaria y la irracionalidad del mundo después de la más reciente pandemia. Aunque algunos momentos se sienten alargados y fuera de lugar, la película logra mantener un tono entretenido, enmarcado en una estética que celebra el cine serie B y el humor negro. La falta de un propósito genuino de aterrorizarnos, más allá del gore y la parodia, la posiciona como una comedia de zombis que se ríe de sus propios clichés, sin pretensiones de ser una obra maestra del género.

De todas maneras, el largometraje es irregular en su desarrollo: algunos chistes no terminan de cuajar, y el ritmo se relaja en su tramo final, lo que resulta en una sensación de conclusión forzada, no así el cierre definitivo que se toma demasiado tiempo en llegar. No obstante, compensa su exceso de ideas con momentos de ejecución creativa.

En definitiva, es una pieza única en el panorama latinoamericano. Es una obra que, pese a sus altibajos narrativos y su tono a veces disperso, ofrece una experiencia singular, valiente y con personalidad propia. Resulta llamativo cómo una trama que inicialmente parece ir en una dirección completamente diferente, se tuerce hasta llegar al caos, donde la sangre se mezcla con las risas. Su principal logro es mostrar que el cine latino puede entender y recrear mitos tan lejanos a nuestro consciente ancestral como lo son los zombis gringos, pero con la especial lupa local. Y finalmente, Pablo Stoll nos extiende con ella una invitación a reírnos incluso de los muertos. 

Encuentras El tema del verano en salas seleccionadas a lo largo del país, siendo distribuida de forma independiente por Centro Arte Alameda desde el 3 de julio de 2025.