LA HERMANASTRA FEA: Debuta una mirada nueva y cruda de un cuento que siempre pintó a cruel

Dirigida por Emilie Blichfeldt en su ópera prima, esta película noruega-polaca-sueca-danesa desafía las convenciones contemporáneas de los cuentos de hadas, ofreciendo una observación cruda sobre los estándares de belleza y las presiones sociales que afectan a las mujeres, a través de esta particular adaptación de Cenicienta.

Blichfeldt no reescribe simplemente la fábula: la desarma, la retuerce y la expone en carne viva. Lo que en 1950 y 2015 fue a manos de la compañía del ratón un relato de superación y amor romántico, aquí se convierte en una guerra contra el cuerpo propio y la identidad personal. 

La cinta nos sumerge en un reino europeo de antaño, donde Elvira (Lea Myren), la hermanastra considerada “fea”, se somete a tratamientos grotescos y autolesiones extremas en su desesperado intento por alcanzar la perfección física y, con ello, la atención del príncipe. La narrativa se aleja del romanticismo endulzado que Disney fomentó, y se adentra en un horror corporal que expone la brutalidad de las exigencias impuestas a las mujeres por la sociedad y, en consecuencia, por ellas mismas, que las llevan a la autodestrucción.

La Hermanastra Fea impacta por su brutalidad visual y temática. Elvira, interpretada con una intensidad inquietante por Myren, delicada y aterradora a la vez, mientras se somete a las ideas más locas para ser el ideal físico de chica que podría llamar la atención del príncipe. Blichfeldt usa el recurso del gore y la distorsión del cuerpo para reflejar la violencia simbólica y real que enfrentan muchas personas en la búsqueda de aceptación tanto interna como externa. Y el relato no se limita a presentar escenas gráficas de mutilaciones y operaciones grotescas, sino que también revela el lado más oscuro de la obsesión social con ciertos tipos de belleza, sirviendo en buena parte como un thriller psicológico, a medida que compadecemos a la protagonista y sus circunstancias.

Al igual que el personaje principal, la fotografía no se queda en las imágenes sangrientas y desagradables, también incursiona en los más ingenuos sueños de Elvira, con escenas idílicas que recuerdan al mismo tiempo a un videoclip de pop suave como también a los cuentos de hadas que la película quiere contradecir. La ambientación, cargada de filtros celestiales, contrasta con la violencia, reflejando la dualidad entre la ilusión y la realidad que enfrentan las jóvenes del reino. Esta increíble mezcla de polos opuestos logra atrapar al espectador en una experiencia hipnótica, cautivadora aunque incómoda de enfrentar, y con un fondo crítico que termina poniendo en duda los efectos de su humor negro en la audiencia.

La rivalidad entre Elvira y Agnes (su Cenicienta) plantea un escenario donde la apariencia física es una moneda de cambio en una jerarquía social despiadada, y donde la autopercepción y el valor personal se ven distorsionados por las expectativas patriarcales. Pero no hay nada más triste que notar que aquellas expectativas no se han quedado siglos atrás, ni pertenecen completamente al reino de la ficción, cuando hoy en día las intervenciones estéticas en el cuerpo y la nociones que las pusieron de moda, son tan prevalentes como en el terrible cuento que vemos en pantalla.

Las comparaciones de parte de la audiencia con otro cercano estreno, La Sustancia de Coralie Fargeat, son inevitables en algunos puntos temáticos y hasta en el uso del body horror, pero Emilie Blichfeldt va más allá. La capacidad de poder situarse cientos de años atrás y aún así establecer paralelos con las pesadillas quirúrgicas actuales, es un recordatorio de que aunque muchas veces la humanidad se da palmadas en la espalda por su progreso, en algunos sentidos no hemos cambiado nada. Además, su enfoque autoral es seguro y provocador, sin temor a repetir ni subrayar las ideas, a pesar de que algunos detalles narrativos puedan sentirse reiterativos. Sin embargo, esa insistencia es parte del golpe: no olvidemos que los temas de disforia corporal son algo de todos los días.

Elvira al final no es una heroína, no es una villana, ni tampoco logra convertirse en princesa, porque no se trata de un film que pretenda obrar de moraleja ni de reivindicación, es un espejo. Nadie gana en este cuento, y hasta esta versión de Cenicienta termina buscando el reconocimiento masculino por la promesa de ascenso social y no por amor o felicidad.

Se trata de una obra feroz e impactante que consolida muy bien la mirada única de su realizadora, prometiendo a Emilie Blichfeldt como una nueva voz imprescindible en el cine de género. Una experiencia cinematográfica que en pantalla grande entrega un festival impactante de sensaciones, entre el terror, la sátira y una belleza morbosa que aunque entregue un comentario ya obvio después del primer tercio de metraje, vale la pena quedarse hasta el final para el despliegue completo de su potencial.

La Hermanastra Fea se estrenó el 9 de octubre de 2025, gracias a BF Distribution, en salas de todo el país.